Mi encuentro, mi otro yo


¿Alguna vez sentiste que habías perdido el camino? ¿Alguna vez quisiste esconderte y tratar de desaparecer en medio de una vida que puede ser asfixiante y abrumadora? ¿Pensaste en desertar a ese llamado "reto de la vida"?

Fue así como decidí detenerme por un momento, dar un fuerte respiro y volver a creer en mí.

Desesperación, ansiedad, frustración, ganas de correr, ganas de gritar y dejar todo en el olvido. Pasos acorralados que se reservan el derecho de seguir el camino que tenemos marcado por la inseguridad de tropezar en algún momento. Paredes tan estrechas como nuestros propios pensamientos que sugieren habernos extraviado en una supuesta estabilidad que se tambalea un sin fin de ocasiones durante nuestra existencia.  

Recuerdo haber sentido un vaivén de emociones que alimentaban mi materia de una forma aterradora, algo que había experimentado antes pero no con tanta fuerza. Mi visión fue cegada por un nublado panorama que solo mostraba aspectos negativos de mi vida, extrañamente haciendo ver como si todo aquello que me definiera como persona en ese momento estuviera incorrecto; pareciera que el haber pisado firmemente dejaba de tener sentido y que el termómetro de mi felicidad se había enfriado. 

A decir verdad, todo pasó tan de pronto que no fui capaz de construir una muralla para abatir el golpe, simplemente arribó. Sentía como se desmoronaban paredes que antes eran tan sólidas o que al menos eso solían demostrar frente a los demás, y hasta cierto punto, también lo hacían conmigo.  

No sé ustedes, pero a veces resulta difícil comprender que estamos atravesando una nueva etapa, es como si existiera ese puente abastecido de puntos ciegos, la incertidumbre de una inminente caída o el simple hecho de no reconocer en quiénes nos hemos convertido. Con ello no doy por entendido que todos los hechos deban ser malos o buenos. Lo importante es descubrir  quiénes somos y hasta dónde podemos llegar y esto es enriquecido en su mayor parte por las dificultades del viaje, por aquellas cosas que nos hacen encontrar un equilibrio entre la obscuridad y la luz que podemos emanar.   

Abundan los momentos que corroen nuestro espíritu, los que nos hacen sentir ajenos en nuestro propio cuerpo, como si fuéramos invasores.  Aquellos en los cuales nuestros pensamientos contradicen nuestro sentir como un eco incesante. 

En cierto modo debemos enfrentar nuestros demonios, tocar el suelo y reincorporarnos en breve para no desperdiciar esos destellos de lucidez que nos forjan, que definen nuestro temple, que dan forma a nuestra identidad.  

Pese a la lucha interna que puede noquearnos en muchas ocasiones, pese a las situaciones ajenas que nos hacen perder la confianza en nuestra fuerza, jamás debemos apagar el creciente anhelo de hacer sonar nuestro rugido.  

La manera en que podemos reencontrarnos sonaría como un trabajo duro ya que los seres humanos tendemos a evitar las emociones que nos remontan a cuartos obscuros, y a esos aspectos negativos que nos revuelven el estómago; sin embargo la decisión es nuestra, y un buen comienzo es a través de la introspección, es decir, dar unos cuantos pasos atrás y empezar a identificar cuáles han sido nuestras fallas, pero sobre todo... ¡nuestros aciertos!  

Imaginen que somos una perfecta estructura que está construida por muros que se desgastan conforme al paso de los años. La causa de estas imperfecciones se debe a grietas emocionales que en su mayor parte son provocadas por nuestros propios pensamientos, éstos no permiten resanar y simplemente bloquean lo positivo. Ahora, ¿qué pasaría si hiciéramos todo lo las lágrimas, las caídas; permitirnos ver que esos acontecimientos son necesarios para hacernos crecer, hacernos sentir y vivir nuevamente la llegada de mejores experiencias.

Aceptar todos nuestros matices alimenta el alma y estimula nuestro crecimiento interno, fomenta una constante victoria entre nuestro hoy y nuestro mañana. Demos valor agregado al papel que nos tocó interpretar en este incierto "show", para que cada momento sea mucho más ameno y por qué no, alcanzar un grado de plenitud con nosotros mismos que les puedo asegurar, los llevará hasta donde quieran llegar, no importa cuándo ni dónde, hagamos que la lucha valga la pena.

Transformemos el sufrimiento en una clase de motor que nos lleve lo más lejos posible, y así, generemos esa chispa a nuestra vida. 
Encontrarme con mi otro yo, no fue cosa sencilla, me enfrentó a mis demonios, me rasgó la piel, me hizo mutar de una profunda obscuridad a una luminosidad que invadió mi interior, revelándome en un nuevo yo. 
Hoy en día me doy cuenta de la simplicidad de la vida, ciclos que persisten en nuestro entorno para hacernos comprender que nunca somos lo suficientemente sabios, nos enseñan a encontrarnos y  darnos cuenta que el “límite” solo es el comienzo de algo nuevo.

 Erick Cervantes 

Entradas populares