AGRADECE AÚN MÁS EL INSTANTE QUE TIENES


La época decembrina nos hace reflexionar sobre lo que dejamos atrás y sobre lo que esperamos del año que llega. Pensamos en la edad, el amor, la felicidad, la familia y en cuanto más estaremos aquí. Mientras unos se llenan de felicidad otros sufren por los recuerdos, por su soledad o por la vida que llevan y con la que no están conformes. Hay quienes se horrorizan de no ser lo que pretenden ser y anhelan la renovación. Unos se aferran al pasado y otros solo piensan en el futuro. Es un tiempo de felicidad, pero también de tristeza.

El pasado nos conmueve, mientras que el futuro nos llena de esperanza y anhelos que no sabemos si se van a cumplir. Esa incertidumbre nos da miedo. Cada diciembre pensamos en regalos, fiesta, vacaciones, familia y amigos y cuando menos lo esperamos, el año nuevo ya nos alcanzó. Nos aferramos al pasado porque nos duele y arrastramos lo que no queremos soltar. Nos llenamos de esperanza y esperamos que el nuevo año nos traiga lo mejor y ese es el problema, que nos quedamos en la espera. Hacemos listas de propósitos que luego olvidamos, porque ni nosotros mismos creemos lograrlas. Visualizamos lo material y nunca lo personal. Sabemos qué queremos lograr pero no pensamos en lo que tenemos que cambiar para lograrlo. No estoy hablando de planeación solamente, me refiero a vivir de verdad. Y es que por pensar en el pasado y planear el futuro nos olvidamos que lo único que tenemos es el presente. No nos damos cuenta de nuestra necedad.

Cuando no estás a gusto en el ahora, piensas en futuras vacaciones o en aquel tiempo en el que crees que estabas mejor. Para mejorar, necesitamos actuar en el presente, es decir, corregirnos ya. Cambiar el cómo pienso, el cómo actúo, potenciar el crecimiento, superar las trabas, la pereza, etc., son acciones que empiezan en el ya, y no en el después. Si los años se van es porque se dan cuenta que, a pesar de los muchos que vivamos, parece que nunca vamos a comprender que lo que importa es el presente.

Es triste ver personas que se aferran a los viejos tiempos, diría yo, los muertos tiempos y otras que se ilusionan con los tiempos venideros, los no nacidos. Planean en lo incierto. No somos empresas, somos personas y lo único que tenemos realmente es el presente, por eso más que planearlo hay que vivirlo. Pensar en el pasado o en el futuro es vivir a destiempo y es un desperdicio enfocarnos en ellos. El presente es vivir a tiempo, lo único que vale la pena.

Cada año es un regalo. El tiempo nos lo da para que aprendamos de el, pero no podemos vivirlo de golpe, tenemos que vivir instante a instante.
Es un pedacito que después regresa al origen, al todo y si no lo aprovechamos, se puede llevar lo que nos trae. Y es que aprendemos a desperdiciar el tiempo y no a gastarlo que es nuestro derecho. Tal vez creerán que no hay diferencia  y sin embargo si la hay. Gastarlo tiene que ver con lo que realmente queremos hacer y desperdiciarlo no. Por eso hay que aprovechar lo que traen y no hay que dejarlos ir sin antes agradecerles lo que nos han dejado. Agradecer cada año de vida; cada cúmulo de vivencias. El tiempo es experiencia, crecimiento, aprendizaje, y renovación. ay que valorar y cultivar cada minuto de nuestro presente ignorado, ese que lucha con la terquedad de pensar siempre en el pasado o en el futuro.

Si hacemos lo que nos satisface nunca habrá tiempo perdido. Pero, si habrá pérdida de tiempo si no comprendemos que solo poseemos el aquí y el ahora. Ese precioso momento en que podemos decir soy aquí y estoy aquí.
Agradece el año que tuviste, pero, agradece aún más el instante que tienes.


Víctor Salas

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