“SI AL HABLAR NO HAS DE AGRADAR, TE SERÁ MEJOR CALLAR”


Cada mañana, cuando me dirijo a la oficina, viajo en metro y leo para pasar el tiempo del viaje. Un día, tuve la mala suerte de que una pareja que subió, se situara junto a mí en el vagón en que iba. Y digo mala suerte, porque fue una experiencia algo incómoda estar cerca de ellos.

Se trataba de una mujer y un hombre vestidos para la oficina. Discutían o mejor dicho, él recibía una abrumadora lista de calificativos y groserías que le hacían ver como un dejado y un tonto. Criticaba su aspecto, su poco carácter y su modo de hablar, su actuar para con la familia y el amor que sentía por alguien a quien le permitía todo. Me distraían de mi lectura, porque no podía dejar de pensar que eso que le decía no era correcto, no era la forma de decirlo aunque fuera verdad y menos era el lugar adecuado. En el vagón no podíamos evitar escucharlos. Él guardaba silencio y la atendía apenado, ya que ella era de hablar desinhibido y parecía no sentir vergüenza de que todos la escucharan. Afirmaba ser asertiva y que lo decía por su bien. Yo por mi parte, pensaba: desde cuando hacer sentir mal al otro es Asertividad. 

Lo que hacía era violentarlo y se daba una libertad sobrada para decir todo lo que pensaba de su interlocutor, con un lenguaje no amable y en el que se veía manifiesto su frustración, enojo y ganas de echarle a perder la vida.

La Asertividad es la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa, adecuada, sin agredir ni someternos a la voluntad de otros (y resalto esto), manifestando nuestras convicciones y defendiendo nuestros derechos. No es, en cambio, darnos permiso de ir por la vida diciendo libremente aquello que pensamos eso es…

Existen tres formas de comunicación: pasiva, agresiva o asertiva.

Es pasiva: cuando no mostramos nuestros sentimientos o pensamientos; cuando cedemos por evitar conflictos; cuando nos dejamos agredir, manipular o cuando perdemos algo que necesitamos o queremos y no nos defendemos.

Es comunicación agresiva: cuando con violencia controlamos, manipulamos, ordenamos, ignorando los sentimientos de los demás, buscando ganar siempre o imponer nuestra razón o creencias a  costa de lo que sea.

En cambio, comunicarse asertivamente se hace desde el respeto. Respetar y si es necesario exigir respeto. Enfrentar los conflictos reconociendo las emociones y sentimientos del otro. Es cierto que se trata de decir la verdad, de expresar lo que pensamos, creemos, opinamos  y sentimos, pero esto no quiere decir que podamos adjudicarnos el derecho de decir toda nuestra basura cuando la queramos decir, eso es verborragia, parloteo irrespetuoso, desfachatez, desvergüenza, insolencia; es ser deslenguado. Es el acto en el que se abusa del lenguaje y de la persona que nos escucha.

Los grandes errores que cometemos al hablar tienen que ver con no saber elegir bien las palabras que usamos y entonces generalizamos, juzgamos, exageramos y expresamos pensamientos, opiniones y sentimientos sin responsabilidad alguna, y aun menos somos comprensivos con las emociones y sentimientos de los demás.

El tono de voz, los gestos, a veces afectan más que las propias palabras. Sobre todo cuando parece no haber decoro, pudor y decencia. Y es que nos olvidamos de que el 90% del mensaje es corporal, facial y auditivo, por lo que no podemos ocultar el verdadero significado de lo que decimos.

Hay muchas personas que se sienten con el derecho de decir lo que piensan, aun cuando las lastiman y por otro lado hay otros que viven dejando que los demás violen su derecho de no escuchar lo que no quieren escuchar. Los dos extremos son malos. En este último caso se trata de aquel que se deja molestar, incomodar, lastimar, regañar, criticar, etc., y sin hacer nada, dejando su orgullo y permitiendo que pisen su dignidad, cuando debería atreverse a frenar al otro, a callarlo con asertividad o abofetearlo con violencia si no se detiene.

ELIJE TUS PALABRAS SABIAMENTE y piensa siempre en el que te escucha. Considéralo/a, pero también habla, reclama, exige, cuando tengas que hacerlo y frénate y calla, cuando tus palabras lastimen o humillen. Son dos momentos en que no debes perder el control y la consciencia de lo que haces. No importa quién sea o que tanto lo/la quieras, pon los limites que necesites para ti o para el otro, de lo contrario tendrás un amigo, una pareja o un hijo que no te darán respeto y se sentirán con el derecho de decirte todo aquello que te quieran decir sin medir el daño que te puedan causar. NO juzgues, no exageres, se responsable sobre tus sentimientos, pensamientos y opiniones.  Sé comprensible, pero sobre todo empático.

Como decíamos antes:"no seas gandaya”, pero tampoco te dejes, te abandones, te acobardes, en pocas palabras no veas con apatía el maltrato que recibes. Y si en algún escenario, te ves incomodando a alguien, piensa en qué dices y cómo lo dices y si te das cuenta que “si al hablar no has de agradar,… Te será mejor callar”.



Víctor Salas

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