Ni amigos ni enemigos, simplemente papás.



¿Cuántas veces hemos escuchado sí deberíamos ser  o no amigos de nuestros hijos?
Hay algunos padres que dicen, “yo soy el mejor amigo de mis hijos” y otros que ni siquiera se involucran con ellos, que solo son proveedores o  les imponen reglas de acuerdo a  la creencia de “lo hago por tu bien” o  “porque soy tu padre”.

¿Dónde está el punto medio?, ¿Dónde está e “la varita  mágica” que te dice por aquí o por allá?

Lo cierto es que te gradúas como papá al mismo tiempo que nace tu hij@ y es así con cada uno, porque son diferentes, únicos, cada quien tiene su personalidad.

Al principio vamos aprendiendo a la par, quizá a nosotros nos toque la mayor parte y si estamos conscientes podemos ver lo afortunados que somos con la llegada de estos pequeños que se convierten en nuestros maestros, porque gracias a ellos aprendemos muchas cosas: docencia, administración, psicología, música, en fin.

En mi caso, mis hijos me regresaron el poder de asombro, volví a ver a detalle las hojitas  de los árboles, cómo se organizan las hormigas, cómo hacen onditas las piedras cuando las avientas al agua… a ver el mundo desde lo más diminuto.

Es cierto, también existen las noches de insomnio, los miedos, el cansancio de seguir su ritmo, pero vale la pena.

A medida que van creciendo, las cosas se van complicando porque así como ellos van cambiando de etapa, cada día es una sorpresa diferente, algo nuevo que resolver y hay que estarse actualizando en todos los sentidos para estar en la misma sintonía… y es agotador.

Cada vez sus preguntas y saber guiarlos se nos complica y ellos se dan cuenta que no tenemos todas las respuestas… y  nos aterra no tener todos los argumentos bajo la manga, pero ¿quién dijo que debemos de saberlo todo?

Y nos preguntamos ¿qué hacer?… hasta dónde ser permisivos para que nos veamos como padres “cool” y no tener enfrentamientos, o hasta dónde ser rígidos y acosarlos para que hagan las cosas.

Los papás debemos entender una cosa, no debemos ser amigos de nuestros hijos, porque ellos ya tienen a sus amigos, sus amigos no les pagan la colegiatura, no los llevan a donde ellos quieren, no están en sus momentos de crisis de carácter, no se hacen cargo de su alimentación, ni de sus doctores cuando están enfermos, no los visten, en pocas palabras no los mantienen ni material, ni emocionalmente.

Pero si bien no debemos ser amigos tampoco debemos ser enemigos, imponerles cosas, atacarlos todo el tiempo.

Los papás debemos ser guías, pero guías responsables y amorosos que sepamos tomar el lugar que nos corresponde dentro del hogar. Y esto requiere de compromiso, involucramiento y esfuerzo para no irnos por el camino fácil de la tolerancia o la intolerancia.

Los hijos necesitan límites, esto les da seguridad, no requieren un papá que en el afán de ser “su amigo”, se vuelva más adolescente que ellos: que compita con ellos, que se haga amigo de sus amigos, que se emborrachen a la par, etc.

Hay que saber cuándo ser flexibles y cuándo no. Se puede ser flexible en algo que quieran comer, en los horarios de llegada según el caso, en cosas que no vayan en contra de la integridad de los chicos.

No se puede ser flexible si el hijo quiere drogarse o tomar en exceso, o no llegar a casa, no estudiar o hacer algo productivo, no podemos ser cómplices de su destrucción.

Si bien lo que nos mueve es el amor, no debemos tratar de imponer nuestras creencias, debemos escucharlos, debemos dar y pedir respeto, no se trata tampoco de hacer pequeños tiranos, no es una democracia porque no hubo votación para elegirnos como padres, y en nuestra consideración, si es objetiva, debemos de hacerlos sentir seguros con nuestras decisiones, siempre y cuando no sea solo por capricho, sino por un acuerdo del bien común. Que sepan que estamos detrás de ellos para alentarlos si se tropiezan o festejar sus logros, pero como una figura de autoridad donde ellos puedan recargarse.

Júntate con tus hijos y hagan una lista de acuerdos para llegar a reglas claras, así no habrá malos entendidos ni pleitos; cuando haya cosas flexibles, se puedan negociar, cuando sean cosas que los perjudique o dañe su entorno, hay que ser inflexible.

No es fácil pero hay que tenerlo claro: ni amigos ni enemigos, simplemente papás, con todo el amor incondicional que esto conlleva. 

Colaboradora
Ely

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