EMPATÍA: SENTIR LO QUE EL OTRO SIENTE


Llegó Oscar con su grupo de amigos y se dio cuenta que uno de ellos lloraba y estaba muy decaído.
-Preguntó- ¿Qué le pasa a Juan? Y alguno le contestó, está apachurrado porque lo dejó su novia…
-¡Qué marica el güey! –Dijo Oscar, con tono de burla…--
Los demás apagaron una risa que luchaba por salir indiscreta…
¿Quién no ha presenciado algo parecido? Siempre habrá alguien que no sea capaz de comprender las emociones de otro y lo descalifique, pensando que su comportamiento no es el correcto. Puede ser que lo regañe, lo tontee o lo ignore, mientras el otro sufre y lo único que quiere es que respeten sus manifestaciones ante el dolor. Muchos están seguros que nunca les va a pasar y que no actuarían y se verían de esa forma, en una situación parecida. Sin embargo, el tiempo los puede llevar a algo similar y es entonces cuando descubren que actúan igual, que algunas veces no podrán dominar sus emociones y que agradecerían la presencia de alguien que los comprenda y apoye.

Cuando pasamos por un problema o cuando las emociones nos traicionan ante una determinada situación, lo único que queremos es superar nuestro descontrol y buscamos apoyo entre familiares y amigos. Pero, pocos saben ser empáticos y lo que mejor saben hacer es alejarse y no comprometerse.

La empatía es comprender con respeto lo que el otro está sintiendo. No es solo interpretar la emoción sino realmente sentirla como ellos. Requiere escuchar con todo el ser y dejar todo tipo de prejuicios. 
La empatía requiere que echemos mano de nuestra experiencia emocional y comprender para que el otro se sienta comprendido. Es unirnos al otro en su sentir y hacerlo nuestro, pero no para juzgar sino para acompañar.
Cuando un individuo consigue sentir el dolor o el sufrimiento del otro poniéndose en su lugar, despierta el deseo de ayudar y actúa siguiendo los principios morales. La empatía hace que las personas se ayuden entre sí.

La empatía es una actitud positiva que permite establecer relaciones saludables, generando una mejor convivencia entre los individuos. En consecuencia, la persona empática es aquella que sabe escuchar a los demás, entender sus problemas y comprender y aceptar sus emociones.

Somos seres sociales y pertenecer al grupo nos da seguridad. La empatía es una herramienta clave para identificarnos con la comunidad. Favorece la comunicación y el entendimiento. Se sabe que en nuestro cerebro se activan las mismas zonas que se activan en el cerebro de la persona que vive la emoción. Células, las llamadas “neuronas espejo”, que se estimulan con el miedo, enojo, tristeza, alegría del otro y que esos mismos impulsos se reflejan en nosotros.  Gracias a eso podemos entender cómo se siente el otro sin necesidad de que nos diga nada.

Pero para sentir empatía, debe haber un cierto grado de familiaridad o compromiso con los demás. Todos somos capaces de sentir empatía con nuestros familiares y amigos, conocidos o desconocidos, incluso hasta seres de ficción, en el cine o los libros. Es la familiaridad, que en mayor o menor grado tenemos, lo que hace que la empatía sea mayor o menor o que simplemente no exista.

Nos preocupamos y nos dolemos igual cuando el que sufre es un ser querido. Esto aumenta cuando es un hijo o nuestro  padre o madre y disminuye cuando menos lazos tenemos con esa persona. Es la “recepción empática” sincera, la que nos hace prestar atención a lo que sienten, necesitan y manifiestan los demás. Es fundamental centrar toda la atención en el mensaje que nos transmite la otra persona. Un error frecuente es, en ese momento, quererla aconsejar, tratar de animarla, intentar instruirla, tratar de consolarla, contarle alguna historia parecida,  compadecerla, interrogarla, dar explicaciones, corregirla, cuando el elemento clave de la empatía es la presencia, que nos permite ponernos en el lugar del otro y entender lo que le está pasando. Tampoco se trata de culparnos o culparlo por lo que pasa y juzgarlos. Es difícil centrarse en los sentimientos y necesidades de los demás cuando estamos acostumbrados a ignorar lo que pasa para no sentirnos responsables de nada. Esa clase de egoísmo nos separa y nos vende la idea de que estamos solos y que lo que les pase a los demás no nos debe interesar.
Somos seres vulnerables. La empatía es muy útil en momentos de extremo peligro expresando sentimientos y necesidades reales. La empatía es hermana del altruismo, la solidaridad, la ayuda mutua y la inteligencia emocional. Útil siempre que estamos frente a los demás.
Tenemos la capacidad natural de sentir empatía pero a veces nos quedamos en nuestra propia visión de las cosas. Nos entrenamos o nos entrenan para no sentirla, sin embargo, podemos reentrenarnos para tenerla y para ello es clave aprender a escuchar sin prejuzgar. Tenemos la predisposición biológica pero debemos explotarla. Aprender a sintonizarnos con los demás, nos hará comprender que todos somos uno y lo que le pasa a uno nos pasa a todos, porque sin lugar a dudas estamos conectados.
Entrénate para ser empático. Sintonizar con los otros nos ayuda a mejorar nuestro yo y sus capacidades. Únete con todos y al todo, aprende a comprender mejor al otro y te comprenderás mejor tú.

Víctor Salas


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