¿Por qué sufrimos?


Sucede que desde que te levantas ya traes una predisposición de cómo va a ser tu día, te levantaste tarde y le echas la culpa al despertador, desayunas un café a la carrera, lo calientas de más y si te quemas, la culpa la tiene el café. Te arreglas, te miras al espejo y ves que tienes una lonjita, una arruga de más, un grano en la cara, el pelo mal, te observas todo lo que consideras malo y ya no te sientes tan a gusto con lo que llevas puesto.
Sales y hay mucho tráfico y  los coches son culpables, los que manejan son unos ineptos, el sol quema mucho o hace mucho frío, el coche tiene poca gasolina, y te recriminas,  pero pronto encuentras salida y le echas la culpa a tu jefe que no te dejó salir ayer temprano, de lo contrario le hubieras puesto gasolina, volteas y ves al conductor de al lado que voltea y sonríe, y te preguntas qué le pasa a ese tipo, de qué se ríe si nadie avanza… ¿te has dado cuenta que apenas han pasado unas pocas horas del día y has ocupado la vida para sufrir?

Y todo está en cómo tu mente distorsiona tu realidad, si bien hay cosas que suceden y que son irremediables, el problema es la manera que lo tomas, como dicen 10% es el hecho y el 90% cómo lo interpretas.

No quiere decir que te unas al club de los optimistas, sino en cómo dimensionamos las cosas, según nuestras creencias y nuestro contexto personal.

Heredamos conductas que no tienen sentido hacerlas nuestras, pero le han resultado a nuestros ancestros y repetimos muchas veces el patrón sin cuestionarlo, nuestros padres decían que hay que sufrir para merecerse las cosas. Y tal parece que es una carrera por ver quién sufre más. Nos tomamos todo personal y “cargamos costales” que no nos corresponden.

Si salimos a la calle y alguien grita “estúpido”, pensamos que ya nos descubrió
o queremos reclamarle. Si hay hambruna en África, sufrimos desde el restaurante donde estamos comiendo, sin pensar que el comer angustiados no resolverá su problema. Hay que ser empáticos pero hay que ser realistas.

Si vemos una telenovela, le reclamamos al protagonista por ser un canalla, y estamos tan angustiados que cuando llegan nuestros seres queridos y no entienden porqué estamos tan acongojados, entonces pensamos que son unos insensibles y sufrimos porque no nos comprenden.

Sufrimos por cómo va vestido el de enfrente, que si trae minifalda, que si viene muy tapado con tanto sol, que si el cantante o el equipo que nos gusta es mejor que otro, lo defendemos como hijo de nuestras entrañas. Y así cualquier cosa que aunque es ajena y nadie nos pidió defenderlo, ahí estamos preocupándonos por ellos, ya sea por el partido político, por el hijo descarriado de la vecina, por alguna enfermedad de alguien que no somos nosotros.

Decidimos preocuparnos en lugar de ocuparnos. Cuando lo más sano es hacer conciencia de nuestros actos, responsabilizarnos y concentrándonos en nosotros mismos, si llueve y se moja la ropa, ya volverá a secarse, si no llegaste a tiempo,  salir 10 minutos antes de la hora acostumbrada.

Cuando haya un hecho y la mente quiera hacernos una mala jugada, detenerla, evitar que haga un drama y evitar que nos amargue el día. Cómo dicen no hay mal ni bien que dure mil años.

Nos van a pasar un sinfín de cosas, algunas por causa nuestra, de ésas hay que hacernos cargo, y prever, de las demás, si al protagonista le va mal, si el equipo perdió, si el vecino es un grosero, es asunto de ellos.

Muchas veces el ego y el exceso de control genera un sufrimiento que se regodea en tu ser y solo porque la gente no hace lo que tú quieres y lo peor: porque no cree en lo que tú crees. Quieres convencer y evangelizar y al no obtener lo que quieres, sufres.

Cuando respetamos el punto de vista de los demás y en verdad no quieres cambiar a nadie y lo dejas ser, “tu dolor comenzará” a desvanecerse.

Y entonces, solo entonces tendrá sentido la frase “prefiero ser feliz a tener la razón”.

No importa lo que hagan los demás, importa lo que hagas tú, importa sentir más y pensar menos, consiste en no ocupar la vida para sufrir, cuando hay tanto por disfrutar.



LIZ

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